Respuesta :

A diferencia del adulto sexista y por ende abusador, nosotros y nosotras,
sabemos, así lo espero, que nuestras formas de pensar, al igual que las
ideologías políticas, las religiones, las teorías científicas, etc. pueden ser
considerados también sistemas de creencias. Porque, a riesgo de repetirme,
las creencias son una forma de simbolizar las experiencias que cada ser
humano realiza, es decir, son los resultados que sus procesos perceptivos,
en un dominio emocional determinado y simbolizados en el lenguaje.
Mientras más este emocionar esté cerca del miedo, más grande es el riesgo
que estas creencias sean destructivas. 9
Por otra parte es este mismo lenguaje que nos permite además comunicar
con las otros. Esto crea la posibilidad de dialogar con los otros, de
conversar, lo que crea la posibilidad de co-crear ámbitos emocionales de
confianza que a su vez abran la posibilidad de reflexionar sobre nuestras
creencias y co-construir nuevas. Creencias que legitimen a hombres y
mujeres, adultos, niños y ancianos, autóctonos e inmigrantes, etc. como
seres legítimos en la convivencia y por lo tanto como partícipes de la
construcción de una sociedad más justa y solidaria.
El drama para los que viven encerrados en creencias excluyentes y
abusivos reside en que en el funcionamiento de estos sistemas, la
posibilidad de diálogo de conversar se halla excluida. Entonces, nuestro
desafío en tanto que seres humanos comprometidos con la vida, consiste en
contribuir a crear las condiciones que faciliten el diálogo. Pero, para eso,
hace falta creer en el diálogo y hay que seguir luchando para que este
diálogo sea posible.
Es sólo a través del encuentro y del diálogo en un clima de respeto por la
vida y las personas, a pesar de sus diferencias, que podremos producir un
mundo participativo e igualitario. En este mundo, el respeto por la vida y
el de los derechos humanos será la norma social donde hombres y mujeres
juntos se asocien para co-construir una sociedad civil que asegure la
ciudadanía de todos, defienda la igualdad , la libertad y sobre todo, asegure
la defensa y la protección de los derechos de los grupos más vulnerables,
por ejemplo las niñas y los niños, las minorías étnicas.........
Sin ninguna duda la herramienta más coherente para lograr este fin es la
conversación (Maturana, H., 1992), que constituye con certeza el más
humano de todos nuestros actos, puesto que con ella podemos crear un
campo sensorial cuyo emocionar permite el encuentro y el diálogo. En la
conversación, la otra y el otro serán siempre respetados porque en esa
dinámica social, nuestros organismos se encuentran en una afectividad
amorosa que nos vincula. De esta manera, la palabra conversada evitará la
transformación de la diferencia en violencia por su carácter regulador y
mediador. Es este acto de conversar que se repite al infinito al interior de
los sistemas humanos sanos el que permite que los afectos se comuniquen,
regulen y elaboren, al mismo tiempo que se compartan y enriquezcan las
historias que precisan las identidades de cada uno y los sentidos de
pertenencia. Todo esto es lo que crea un sentido de comunidad cuya
finalidad es el respeto de la vida, de los vivientes y por ende de cada ser
humano independiente de su género, etnia, edad, color de piel ...........